lunes, 25 de febrero de 2008

She's so beatifoul.

Ella es muy hermosa. Tengo un texto de ella en mi biblioteca desde hace días y él -el texto- no deja de propagar hermosiosidad. De ella. Además de su perfume, claro. Es decir, su aroma. Su a-roma.

No todos los caminos conducen a ella. No todos los senderos nos bifurcan hacia su belleza.

Que es de ella, pero, sin embargo, también es del texto. También está en el texto. Está en el texto y en ella. Está en las camperas, las remeras, de ella. Y, por lo tanto también, en sus textos.

Que ahora, uno de ellos -al menos-, es mío. O, aunque más no sea, está en mi biblioteca. Que no tiene olor. O, menos peor dicho, tiene olor a libros y revistas y hojas sueltas y madera. Mala, vieja, barata.

Por lo cual, el perfume del texto -que es el aroma de ella- no es más que bienvenido en los olores -malos, viejos, baratos- de libros, revistas y hojas de mi biblioteca.

Que es sólo mía, eso sí. Me gustaría poder decir lo mismo de ella. O no.

Ella, a veces, sufre y la pasa mal, y llora y patalea, y se siente peor, y ya no tiene ganas de vivir. Pobre de ella. Pobre de la vida, si ella ya no tiene ganas de vivir.

Ella, otras veces, ríe, y pareciera que hiciera fuerza cada vez que lo hace. Cada vez que espeta -cada vez que nos espeta- una risa o carcajada.

Ella pareciera que duele cada vez que ríe. Pareciera que le da dolor reírse.

¿Le dolerá reírse? ¿Por qué no se ríe más? ¿Por qué no ríe, suelta, juega, salta, más? ¿Por qué?

Ella es muy linda. Y su lindura sabe que ella lo es. Ella sabe que tanto ella como su lindura son muy lindas. Tanto ella como su lindura saben que ella es muy linda. Ella también lo sabe, pero le duele. Como cuando se ríe.

Además, tiene una voz que viene como de muy lejos. Muy lejos. Como de algunas profundidades. Nada de superficies, todo de profundidades.

Tiene una risa tan linda que a veces da dolor, y bronca e impotencia y bronca, no poder ver y escuchar y disfrutar su sonrisa más seguido. Más a menudo. Porque suena tremendo. Su sonrisa suena -y se ve- tremenda.

Su sonrisa, por momentos, parece la de una niña que no sabe si puede reírse o no, en la mesa o en la escuela, temerosa de que sus padres o madres o maestras o maestros la vayan a regañar.

Temeraria, en otros momentos, su sonrisa -su cuerpo, su voz-, es una lanza, una daga, una espada, que apunta y no perdona. Donde pone la temeridad, pone la bala. Donde lanza el anzuelo, pica la pesca. Pesca lo que lanzó.

Pero esto es así sólo a veces.

Yo la conozco poco -más bien poco- a ella, pero, aún así, creo que esto es así sólo a veces. Aquello es asá sólo a veces. Otras veces no sé.

Es que, como escribí, yo la conozco más bien poco a ella. Me gustaría conocerla más. Me gustaría desconocerla menos. Me gustaría verla reír y saltar y jugar y vivir más.

Pero, si no la conozco más, nunca voy a saber si hace todo aquello un poco más o no. Por lo cual, no queda otra solución, además de La Revolución -¿sí?-, que conocerla más. Que ella se deje conocer. Más.

Mas no todo acercamiento o proximidad es un avance en pos de mayores conoceres. Es más, puede suceder, exactamente -¿me entendés lo que te digo?-, todo lo contrario. O no. Exactamente todo lo contrario.

Ella es tan linda que a veces hasta da cosa mirarla. No vaya a ser cosa que le estropeemos su belleza.

Yo creo que toda belleza se gasta. Y ella, seguramente -yo no la conozco desde pequeña-, viene gastando belleza desde que nació.

Pero todavía le deben quedar muchos cartuchos, porque sigue mostrándola a los cuatro vientos. Como si nada. Despreocupada de que alguna vez se le vaya a gastar.

Yo no la conozco desde que nació, sino desde hace más bien poco, pero, ¿cuántas veces habrá nacido y muerto, muerto y nacido, en este breve tiempo en que yo la conozco? No por mí, desde ya, fuera de todo coqueto gesto de falsa modestia. Sino en general.

Ella odia los generales. Le gustan, más bien, los líderes. Que no siempre son lo mismo que los generales. O sí. No sé.

Frío o calor, Alaska o los cuatro climas, las cuatro estaciones, la birome, el colectivo, el dulce de leche y que siga la banda de rock, chabón, amigo, compañero, camarada, correligionario, que quiera. Que más quiera hacerlo.

Ella, a veces, quiere -y cómo-, y qué lindo que pueda querer así como quiere. Con ese cómo de por medio.

Octubre, 2007. Bs. As.

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