jueves, 7 de febrero de 2008

El PeJota es mío, mío, mío: Cristina al gobierno, Néstor al poder.

Aproximadamente por julio del 2004, a poco más de un año de la asunción de Kirchner, un estudiante de la UBA escuchó a un (por entonces) militante de la ya añeja agrupación Venceremos (después Su.ma.te, ahora dentro de la kirchnerista organización Libres del Sur) afirmar (ante el implícito reconocimiento oficialista de la caducidad del proyecto de la transversalidad y el explícito replegamiento sobre el pornográfico aparato justicialista) la siguiente reflexión: mejor, al fin y al cabo, eso de la transversalidad a mí nunca me convenció, los transversales –Bonasso y compañía- le votan en contra en el Congreso, y, además, no tienen un sustento de poder real como el PJ, es decir, el peronismo, sí tiene. Toda una lección de ciencia política. Oral y personalizada.

Casi cuatro años después, lo implícito se volvió explícito y lo explícito obsceno, y el ex-presidente –actual gigoló presidencial de la presidenta Cristina - se dirige, con prisa y sin ninguna pausa, hacia el sillón que no supo ser de Rivadavia pero sí de Perón.

Es más o menos conocido el devenir político-ideológico de la, hasta el 2003, guevarista (al menos, por lo que daría a entender su nombre) agrupación Venceremos en la UBA. O, más puntualmente, en la Facultad de Sociales de la misma.

A fin de cuentas, esto es lo que menos importa.

Aún así, de ser pretendidamente influenciada por las ideas del guerrillero loco, combinando dicha influencia con una concepción instrumental del fenómeno histórico del peronismo -lo cual, obviamente, recordaba hasta más no poder el intento de combinar distintos tipo ideales de socialismo con una interpretación nacional de los mismos por parte de las organizaciones político-militares de los ’70 Montoneros, Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y Peronismo de Base (PB)-, y a tono con un movimiento que no fue exclusivo de ciertas agrupaciones estudiantiles universitarias sino también de buena parte de la sociedad y sectores significativos (es decir, con poder político) de la academia, aquella agrupación dejó de auto-denominarse (o sea, interpelarse e identificarse identitariamente en dicha interpelación) guevaristamente, para cambiar de nombre. Aunque, como resulta obvio aclarar, no sólo de nombre, sino, fundamentalmente, de filiación político-ideológica.

De ser pretendidamente guevarista, formar parte del siempre ambiguo campo en la Argentina de la izquierda nacional, y participar en las marchas por aumentos presupuestarios para la universidad y cambios más o menos estructurales en la sociedad toda, pasó, no sólo a trocar su antiguo nombre por, primero, Su.ma.te y, después (es decir, ahora) Libres del Sur (de la mano de su agregación a la organización social de mismo nombre lideraba por Humberto Tumini), sino, también, a ser una de las agrupaciones estudiantiles (o sea, grupo de compañeras y compañeros universitarios) más contemplativas y a-críticas tanto para con el pasado gobierno de Kirchner como para con el presente de Cristina Fernandez. Teniendo, de esta manera, nada que envidiarle a patéticas expresiones estudiantiles del pseudo-pensamiento nacandopista (es decir, nacional y popular: en donde, por cierto, lo que cuenta es lo de pseudo y lo que sobra es lo de pensamiento) como La Vallese o La Puigróss.

En relación con estas, la primera, por sólo comentar una de sus muchas deleuzenables prácticas, no recala, siquiera, en la pequeñísima contradicción de rehabilitar (a-críticamente, como todo lo que retoma) a un personaje como el poeta y guerrillero Francisco Paco Urondo, quien, en algunos de sus poemas, ensayos y dichos (según nos cuentan los testimonios del cada vez más frondoso campo de la memoria) era sumamente crítico (qué curioso: justo de lo que adolece la agrupación que rueda las películas realizadas en su homenaje) para con aquel otro personaje que esta agrupación que retoma a Urondo no sólo no critica sino, incluso, sigue reivindicando. Estamos hablando (de quién más podría ser) del bonapartista y pendular general Perón (carajo).

Acerca de la segunda de las agrupaciones nombradas en relación con el devenir (¿derrotero?) político-ideológico de la ex Venceremos y Su.ma.te (actual Libres del Sur), la agrupación La Puigross, quizá lo menos interesante que se pueda decir de ella sean sus supuestos orígenes (es decir, fondos) cercanos al pasado y actual jefe de gabinete presidencial Alberto Fernandez, antiguo militante, en los ’70, no de Montoneros, FAR, FAP, PB o, incluso, PRT, como algunos de los integrantes del pasado y actual gobierno que tanto los recuerda formalmente en sus discursos de la memoria, sino del catolicismo nacionalista. Es decir, grupos, por lo general, bastante propensos a renguear políticamente para la derecha, para decirlo en los modernos términos de una dicotomía o un binarismo, o, dicho de otro modo, sectores no justamente caracterizados por su progresismo centrista: dos de las palabras preferidas de las huestes kirchneristas en estos últimos cinco años.

Tal vez, lo menos anecdótico de comentar, y, por lo tanto, lo más significativo de señalar, sea que Rodolfo Puigross, hombre de cuyo apellido estas compañeras y compañeros extrajeron el nombre para bautizar su kirchnerista hasta las tripas agrupación, además de autor de un libro delgado, populista y pobre intelectualmente como La universidad del pueblo, formó parte de la mesa de conducción nacional de la organización político-militar Montoneros hasta que esta desapareció práctica aunque nunca efectivamente después de los alejamientos de dos grupos disidentes sobre fines de los ‘70’s, por diferencias con decisiones de la conducción comandada por Mario Firmenich y Roberto Perdía. Entre estas se encontró la decisión del organizado suicido colectivo comandado por la conducción de las contra-ofensivas del ’79 y el ’80, bajo el argumento aparente de que la dictadura era un boxeador drogui al que sólo hacía falta darle un golpe más para voltearlo, como dijo en su momento Firmenich, pero cuyo motivo verdadero fuera, como confesara patéticamente Perdía, que la organización Montoneros apareciera en los diarios así la sociedad argentina no se olvidaba de ella.

Vale la pena recordar que al momento de estas contra-ofensivas, como de otras operaciones militares en donde lo político brilló por su ausencia (operaciones que costaron la vida de militantes que no sólo no fueron protegidas por su conducción sino que fueron enviados al muere), el ahora kirchnerista transversal Miguel Bonasso, alguna que otra vez llevado a la facultad por estas agrupaciones para charlar, todavía permanecía en Montoneros, al punto de que anduvo por Roma publicitando la primera contra-ofensiva. Debe ser verdad eso de que todos los caminos conducen a Roma.

Es aquí donde, pareciera, se atan los distintos cabos desperdigados en la nota. Estas agrupaciones critican el ya moribundo proyecto de la transversalidad (del que Bonasso, como otros ex-montoneros –Bielsa, Jozami, etc.- forman o han formado parte) bajo la forma de defender (una vez más, y van) el por entonces tibio retorno kirchnerista a la casa materna del justicialismo: tibieza que ahorita mismo ha tomado tal temperatura que no exageraríamos si dijéramos que el repliegue kirchnerista sobre el PJ ha pasado de una virtualidad cruda a una realidad más que cocida. No obstante lo anterior, no ahorran elogios y homenajes y memorias al momento de recordar a los militantes armados o no armados de los ’70, aún si su aproximación tanto a esa época como a las innumerables contradicciones y paradojas que la atraviesan sean, en el mejor de los casos, nostálgica e idealizadora, en el peor de ellos, diletante y a-crítica. No se puede aseverar que no vayan a repetir tal operación para con el actual gobierno de Cristina, pero pareciera se les va a hacer mucho más cuesta arriba realizar dicha operación con el hecho de que su actual líder intente comandar los mandos de un aparato que, treinta años antes, se cargó a muchos de sus compañeros y compañeras idealizadas.

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