lunes, 10 de noviembre de 2008

Obediendia debida.


¿Y quién me mandó a mí a engustarme de esta mina, a que, de repente, más allá de lo atractiva que siempre ha sido, me comenzaran a gustar cosas que antes no me gustaban, costados que habían permanecido ocultos, escondidos detrás de su belleza prepotente? ¿Quién me mandó a esperar su llamado sabiendo que nunca jamás va a llamar, que ni siquiera va a hacerlo con la excusa de un motivo estúpido sabiendo los dos que no es más que la burda justificación para entablar contacto, para escucharnos todos los días y no sólo cada semanas o meses? ¿Quién me mandó a esperar su llamado sabiendo que ahora -o antes o después, no importa- debe estar muy ocupada, cogiendo como animala o como colegiala, chupando conchas o dejándosela chupar, obviando, además, que está totalmente fuera de mi alcance, de lo que mi cara y mi verga y mi cuerpo pueden alcanzar, olvidando, adrede, como si tal cosa fuera posible, que ella es tan comprometida y yo tan escéptico, tan desesperanzado, tan poca cosa, simulando no saber, como si lo anterior fuera poco, que jamás me llevaría el apunte, que jamás me daría bola, que no es sólo que sea demasiado linda para mí, para mi fealdad física, sino que es demasiadas cosas para lo tan poca cosa que soy, no sólo escéptico sino también egoísta, no sólo desesperanzado sino también mentiroso, no sólo poca cosa sino también garca, alguien que no se merece a nadie al lado -o adelante o atrás, no importa- por todo lo malo que ha hecho, por todo el mal que ha infringido, y eso que hay que haber sido muy malo o haber hecho mucho mal para no merecer a nadie, hasta los torturadores y desaparecedores tienen amigos y novias o esposas, hasta los torturadores y desaparecedores tienen alguien al lado -o adelante o atrás, no importa-, pero yo no, yo soy, fui y seré demasiada poca cosa para que ella se pudiera, se pueda, se hubiera podido fijar en mí, para que hubiera podido fijar sus fijadores en el cuero cabelludo de mi cuerpo y yo, naif, pensando que sí, que tal cosa era posible, que podía ser, que podría haber sido, haciéndome la cabeza -toda de vuelta- en ese sentido, una dirección que no llevaba a ningún lado, que no se bifurcaba, que no tenía pasadizos secretos, que era sino un callejón sin salida, angosto, delgado, asfixiante, y ya sé que esto puede sonar un poco exagerado, que puede sospecharse que me estoy mandando la parte o que me gusta sufrir, pero no es así, a mí en todo caso lo que me gusta es engustarme, me gusta demasiado engustarme, me engusto con demasiada facilidad y, claro, después alguien tiene que pagar los platos rotos -o sanos, no importa-, alguien tiene que afrontar el gasto de la vajilla rota por la entrada de un elefante en el bazar de los engustamientos, en las recaídas engustamentales, en la facilidad del protoenamoramiento y la reconquista -cual una nueva conquista de la vanguardia no armada de la no invisible clase obrera- de una musa inspiradora, de un motivo desde y por el que escribir y sufrir, en el que quedarse pensando todo un fin de semana, esperando un llamado que, como las llamadas desencontradas, como las cartas cifradas durante las dictaduras, no llegan a destino, se pierden en los recovecos de las ocupaciones o los desintereses, no llegan ni a la esquina, como los rezos o los deseos ausentes de trenes pasando al momento de ser pedidos.

Por eso es que te pido que me escuches un poco, que me dejes desahogarme en tu fuente, que me permitas mojar mis penas en el agua de tu suciedad, porque parece que ya no está bien ahogarlas en el fondo de un vaso de cerveza, además, no sé si te habrás dado cuenta, pero yo te lo cuento igual, yo fui alcohólico, fui alcohólico por más de un año, era joven y borracho, me fue mal, me dijeron que no y me entregué a la bebida, y ella me recibió con los brazos abiertos, en mi familia, como en las buenas familias de buenas costumbres, dijeron que yo tenía problemas con la bebida, pero, como se dice en las tres fondas de mala muerte de Viamonte donde soy siempre el cliente del mes, la bebida y yo no teníamos ningún problema, nos llevábamos de puta madre, como Rosario y Los Beatles, como Liverpool y Chicago, vos me entendés lo que quiero decir, no hace falta que ahonde en mayores explicaciones, para ahondar ya están los fondos de los vasos donde solía hacerle submarinos a mis penas, pero ya no más, eso quedó atrás, eso forma parte de mi pasado, y, sino, fijate como enfrento este nuevo infortunio engustoso, talante y palante, no tomé ni una sola gota de alcohol desde que esperé y esperé un llamado que jamás llegó, desde que esperé pero jamás desesperé una llamada de ella, de su voz, de su carrasposidad, de sus dos atados diarios de cigarrillos hablándome al teléfono, de su no tengo pensado dejar el tabaco aunque el Estado me amenace con la cárcel o el exilio, aunque me aprese y maniate y torture y viole y mate, con lo linda que es, quien se privaría, en caso de ser torturador y desaparecedor, en esa situación de absoluta omnipotencia y total impunidad, de violarla, de tocarla de arriba a abajo, de meterle los dedos hasta donde no tiene orificios, de cogerla hasta odiar el sexo, hasta no querer coger más en tu puta vida, quién se privaría, con lo linda que es.

Por eso es que va a ser tan buena madre, la mejor madre del país, va a tener cinco hijos y un esposo y un perro y un jardín delantero y una biblioteca repleta de libros de literatos cuarentones pero hermosos y no se le va a morir ni un solo hijo, todos van a nacer y crecer sanitos y salvos, después van a ir a colegios privados, no públicos, y nada les va a faltar, nada les va a hacer falta, sus abuelos se van a encargar de que nada les falte, y ella va a ser muy buena madre, sin por eso dejar de ser mejor amante, un puta en la cama, una leona que copula con la marmota de la jaula de enfrente pero jamás con el elefante que acaba de cargarse el bazar de un solo engustamiento, va a ser la madre fetiche de los maestros jardineros cuando vaya a buscar a la salita de tres al más grande de sus cinco hijos, va a ser la madre más linda de todas, la madre más linda del mundo, va a coger con muchos, con todos, con casi todos los docentes y maestros y profesores de los veintiún años que sus cinco hijos van a pasarse en el sistema educativo desde jardín hasta la universidad, se va a pasar ciento cinco años cogiendo con investigadores y maestritos y babysiters, desperdiciando su vida, desconociendo que se merece más, que siempre va a merecerse más, que independientemente del encuentro en el que se encuentre, siempre va a merecerse más, siempre va a haberse merecido más de lo que tuvo, siempre merecerá más de lo que va a tener, siempre, siempre.

Y yo te digo esto porque la conozco bien, porque se mucho de ella aunque no hayamos hablado el fin de semana pasado -que puede ser el que pasó o el que viene, no importa-, y te pido disculpas porque no pudimos hacer nada, porque cuando estoy triste, angustiado, apenado, no se me para y no puedo coger, de todas maneras lo tuyo está allá arriba, encima del velador, te dejé lo que habíamos arreglado, gracias por escucharme, aunque supongo, y creo que no equivocarme en mi suposición, que a vos te da lo mismo coger o poner la oreja conmigo, que hasta puede serte menos displacentero coger, o no, no sé, todo lo que sé, no te creas que no lo sé, es que doy asco, doy asco no sólo porque pago por sexo sino también porque te torturo con mis miserias engustamientales, porque te obligo a quedarte desnuda de ese lado de la cama escuchando por una hora como lloro, como me avergüenzo de ser el tipo que soy, como me gustaría ser otro, ser invisible y ver sin ser visto, mirarla sin que se de cuenta que la estoy mirando, mirar a los que la miran y ver si ella los mira o no sin ser visto, pero no soy ni una cosa ni la otra, ni otro tipo ni el hombre invisible, a duras penas si soy un hombre, un hombre que paga por sexo que no puede tener pero que no por eso deja de ser menos asqueroso, menos repugnante, menos paciente de una llamada que jamás va a llegar.

20/10/08, Bs. As.

4 comentarios:

Paz Tyche dijo...

y boston? que duro engustarse asi, la obse. comprendo de pe a pa.
las fondas de viamonte? yo no deje la bebida ni pienso, donde están esas fondas amadoras?

salud, colega

Qué te importa. dijo...

Che, qué buena onda. Las tres fondas de Viamonte están, una, en la esquina de Urugüay, la otra, a poco de haber cruzado nueve de julio, y, la otra, no recuerdo, que buscarla habrá. ¿Bostón? No, no es autobiográfico, claro. Está muy bien que no hayas dejado la bebida, sería muy duro para ellas dos abandonos en tan breve lapso.
Suerte, colega (¿en una acentuación española o argentina?).

Paz Tyche dijo...

Viamonte y Uruguay? pues trabajo en Viamonte y Parana y no he visto ninguna fonda, dónde es??
De colega, solo conozco la acentuacion argentina, colega.

saludos!

Qué te importa. dijo...

Bueno, fonda o bar, más o menos lo mismo da. Si no me equivoco, es Uruguay y Viamonte. Colega, en español, también como amigo y no sólo como co-profesional, colega de carrera aunque no todavía de tesina.
Saludos.