martes, 12 de agosto de 2008

Influencia de Naïf en la (solemnemente hablando) joven literatura barroca argentina: La catedral.


Vamos a volver

y cuando volvamos seremos millones

u hormigones que se rinden

en la primera parte de una neogótica facultad.

Seremos sermones

que no tienen curas que los dicten

meones que conocen el camino al baño

pero desalojan –aihoja- en el paladar amigo.

Que estoy orgullo de mi catedral

-fue soñado anoche, no puede haber equivocaciones-

quiere decir que estoy orgulloso de que estés sentada

sobre este reloj que está a punto de acabarse.

Yo cumplí con vos

resta que vos cumplas conmigo

y el cielo con la tierra

y Evita con la oligarquía.

Evitá la senda izquierda de las calles con dos manos

suelen ser las que conducen al choque

o al escupí-tajo de un flemático turista británico.

¿Te acordás cuando cogimos enfrente de la Torre de los Ingleses

y yo te dije que era tiempo de irnos

pero vos decías que todavía no

que unos minutos más?

La policía terminó llevándonos al parque de diversiones de la tortura

y las huellas dactilares

por chupada de tetas en la vía pública

la detención se fundamentó en un eruto de Perón del ‘45

y vos les dijiste que eras montonera

pero no hubo caso

nos llevaron igual.

En la comisaría el comi-sario no tenía caballos pero sí picana

y cogía –violaba- como un burro

por lo que después pude saber por tus familiares.

Pero resultó que no hubo después

motivo por el cual no hubo vuelta

por lo que tampoco hubo millones

ni hormigones ni sermones ni meones.

Lo que sí hubo

-vale la pena recordarlo-

fueron tajos en los cuerpos y marcas en la piel

memorias en el hueso

y contraofensivas que fueron más contras que ofensivas.

A la vuelta de la esquina

-en un corredor polaco de atajo a lo del chongo-

estaba esperando una cita tabicada La Revolución.

Así

con mayúsculas y finales.

1 comentario:

Luc Pierrot dijo...

Una influencia onírica de Naïf, por lo que contás, o bien, poemás. Joven neobarrosa, más que barroca, creo. En fin, qué alegría que la banda se colara en algún sueño apra dictar un mandato escritural. Aunque el final es escabroso, me hizo acordar a Mascaró. Vamo arriba las catedrales!!! Por la marcha del orgullo catedral!!!