jueves, 14 de agosto de 2008

Barcaza de papel.


Hoy me acordé de vos –cuánto romanticismo de cabotaje-
porque un maletero de cinemateca me dejó a las buenas
un barquito de papel antes de que viera
un film sobre Kafka y comunismos.
Me acordé cuándo me enseñaste
a hacer barcazas de erotismo
en un bar de Larrea y Pueyrredón
antes de que los ingleses bombardearan –bardearan- Barrio Norte
con Calamaro Andrés como copolito del Enola Gay.
Después –o antes no recuerdo- me hice homosexual
-bien médica la cosa- pero ahora me volví a enfermar
y soy normal otra vez –complacientemente para con las bichas-.
No te quiero aburrir la película fue un bodrio
-como este puema-
los mismos conocidos de siempre –no estaba La Renga
sí Boudelarie- las mismas tetas que de costumbre.
Ahí me acordé de las tuyas
pero estaba mi hermana en casa
-pajeramente- no me pude tocar
así que me senté a leer Hegel.
En eso no sabés
me crucé con un mina con unas tetas y un orto increíbles
-hasta a vos te hubiera gustado estoy seguro-
que me invitó a coger –así nomás en la vía impúdica Córdoba y Callao-
a un hotel alojamiento de San Telmo que no conocía.
Le respondí que no me gustaba el blues
y que el barrio no me encantaba
que mejor lo dejábamos para otra tardecita
así librado al azar y la indeterminación
¿Qué te parece? le pregunté
ella me hizo un gesto yanqui que no comprendí
me dijo pajero y se largó a caminar
yo creo que estuvo de acuerdo ¿vos qué creés?
Lo cierto es que me acordé de vos por un barco de celuloide
que me bailó una batahola de batucadas ahí mismo
en pleno cine de oferta
docentes estudiantes y jubilados –en ese orden- seis pesos.
Dos mangos menos que la cerveza que compramos
cuando me hiciste una barcaza de papel en la que jamás monté
porque jamás montamos mentiras acuáticas o empapeladas
en verdades -efecto de- que luego –Lugo, compañero presidente
o viceversa- no se saben sostener.
No se pueden.
No se puede.
No sé pu.

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